En los primeros días de octubre, el clima en Rodas sigue siendo suave —el otoño se demora— y la isla resuena con notas solemnes que dulcemente se propagan alrededor de la Iglesia de San Francisco.
Del 1 al 5 de octubre, la Iglesia de San Francisco de Rodas acogió la duodécima edición del Festival de Órgano y Música de Rodas, organizado por la Iglesia Católica de Rodas y el Festival de Órgano Terra Sancta, en colaboración con el Instituto Italiano de Cultura de Atenas y la Embajada de Hungría en Atenas, además de Pro Terra Sancta. El creador de este evento, desde hace años, es el hermano Riccardo Ceriani. En un momento en el que el horror y la tragedia de la guerra arrasan en todo el mundo y en Tierra Santa, este festival —celebrado en Rodas, pero también organizado anualmente en la ciudad de Jerusalén— representa una oportunidad para reflexionar sobre la capacidad del arte para convertirse en un puente entre los pueblos, entre nosotros y "el otro".
El evento contó con músicos de todo el mundo, reunidos en Rodas con motivo de las celebraciones de San Francisco: el festival fue inaugurado por el organista húngaro Robert Kovács, seguido por Gianluca Cagnani, célebre organista italiano, quien con su actuación llevó a todos a un viaje en el tiempo. Cagnani improvisó acompañando en vivo la proyección de Frate Sole, una película muda italiana de 1918 que narra la vida de San Francisco. Esta forma de disfrutar la película evocó las atmósferas de principios del siglo XX, cuando aún no existían bandas sonoras y las películas se acompañaban en vivo por organistas y pianistas.
Un viaje en el tiempo, al cine mudo y a la tradición del órgano, un instrumento ligado a la Iglesia cristiana que llegó a Tierra Santa gracias a esta relación: ya desde la Edad Media, los peregrinos provenientes de Europa trajeron, junto con otras costumbres, la música sacra para órgano, y el asentamiento de los frailes franciscanos afianzó la presencia de este arte. La mirada propuesta y buscada por el festival de Rodas no mira solo al pasado; más bien, se presta gran atención al presente, a la creación de un puente entre la música sacra y la comunidad local, creando un vínculo sólido entre Grecia, Tierra Santa y la cultura musical internacional. Con este propósito, participaron varios artistas griegos, que llevaron a la escena el bouzouki y otros instrumentos de la tradición local.
Mirar hacia el presente también requiere no apartar la vista de la actualidad, incluso cuando duele; elegir considerar el arte como una forma de unirse y comprenderse impone no ignorar a quienes necesitan ser escuchados, sin caer en la superficialidad y la deshonestidad. La actualidad hizo su entrada en los momentos finales de la manifestación: el festival se cerró con las últimas notas de un grupo libanés, Les Solistes de Beyrouth. Los músicos, entre piezas clásicas y composiciones del libanés Khalil Rahme, retrataron un Líbano que no se agota en la emergencia humanitaria, en los escombros que quedan en las calles después de que las bombas caen del cielo. En un momento tan dramático para el Líbano y para todo Oriente Medio, su arte fue un símbolo de esperanza y resistencia a través de la música.
El festival de Rodas reunió en las costas del Mediterráneo a artistas de diferentes naciones, que cantaron diferentes notas, diferentes historias, pero componiendo una música única. En un mundo desgarrado por los conflictos, Rodas ofreció una oportunidad tangible para demostrar cómo la música y el arte pueden unir lo que a veces parece irreconciliable, destacando lo que, bajo las diferencias, une a los pueblos y los hace resonar juntos.
Copyright fotografías: Custodia Terrae Sanctae