El domingo 20 de octubre de 2024, el Papa Francisco celebrará en Roma la canonización de los once mártires de Damasco: ocho frailes de la Custodia de Tierra Santa y tres laicos maronitas, ejecutados por su fe en 1860. Este evento representa no solo el reconocimiento de su sacrificio, sino también un mensaje de paz y diálogo para Oriente Medio.
En la noche entre el 9 y el 10 de julio de 1860, una milicia de drusos irrumpió en el convento franciscano de Bab-Touma (Puerta de San Tomás) en Damasco. Aunque los frailes se refugiaron en la iglesia, fueron capturados y sometidos a torturas crueles con la petición de renegar su fe. Ninguno abjuró, y finalmente, los ocho religiosos y tres laicos maronitas fueron decapitados y quemados.
Canonización de los Mártires de Damasco en Roma
El 10 de octubre de 1926, el Papa Pío X los beatificó, reconociendo su sacrificio, y este domingo, el Papa Francisco proclamará santos a los Mártires de Damasco, debido al aumento de su fama de martirio y a los numerosos signos milagrosos atribuidos a su intercesión.
La canonización de los mártires de Damasco se ve sobre todo como una oportunidad para difundir un fuerte mensaje de diálogo, paz y unidad en Oriente Medio en particular, una región cada vez más afectada por conflictos y tensiones.
Sin embargo, ¿cómo puede el recuerdo de una muerte tan violenta por motivos confesionales, convertirse en un mensaje de diálogo y paz? ¿Por qué este evento también nos habla a nosotros en el día de hoy? Antes de responder, es necesario entender quiénes eran estas personas y comprender el contexto histórico en el que se desarrollaron los eventos.
Contexto Histórico del Martirio en Damasco: Las Persecuciones de 1850, 1856 y 1860
El martirio de los franciscanos en Damasco no es un episodio aislado, sino se enmarca en un contexto de persecuciones contra los cristianos que tuvieron lugar entre 1850 y 1860 en varias partes de Oriente Medio bajo el Imperio Otomano. Los violentos enfrentamientos estallaron entre drusos (una comunidad religiosa musulmana) y cristianos maronitas, culminando en violencia y asesinatos.
Los enfrentamientos más significativos se produjeron en Alepo, Siria, en 1850; en Nablus, Palestina, en 1856; y en 1860 en la región del Monte Líbano, donde fueron masacrados alrededor de 20.000 cristianos maronitas, extendiéndose después a la ciudad de Damasco. Las tensiones tenían sus raíces en cuestiones políticas, económicas y religiosas, que se vieron amplificadas por la debilidad del gobierno otomano, que tenía dificultades para mantener el orden en un imperio cada vez más fragmentado.
Como veremos, el deseo de misión de los Beatos Emanuel Ruiz y sus siete Compañeros de la Orden de los Frailes Menores nacía de razones completamente distintas, o sea las mismas por las que murieron.
¿Quiénes eran los Mártires de Damasco?
Los Mártires de Damasco eran once hombres, de los cuales ocho eran religiosos de la orden franciscana de los Frailes Menores pertenecientes a la Custodia de Tierra Santa en Siria, y tres laicos maronitas que habían ofrecido su protección a los padres. Estos últimos eran los hermanos Francisco (comerciante), Mooti (maestro en la escuela franciscana) y Rafael Massabki, originarios de Damasco.
Por su parte, los frailes eran misioneros provenientes de Europa: uno de Austria, fray Engelbert Kolland, y los otros siete de varias partes de España: Fray Manuel Ruiz López, Fray Carmelo Bolta Bañuls, Fray Nicanor Ascanio Soria, Fray Nicolás María Alberca Torres, Fray Pedro Nolasco Soler Méndez, Fray Francisco Pinazo Peñalver, y Fray Juan Jacob Fernández (más abajo encontrarás breves datos sobre cada uno de ellos).
Todos ellos formaban parte de la Custodia de Tierra Santa, provincia instituida por San Francisco según un precepto hallado en la Regla no Bulada del mismo, que invitaba a los misioneros franciscanos a ser “sujetos a toda criatura humana por amor a Dios”. Esta posición de entrega y apertura, que partía de una verdad conocida y amada, llevó a los franciscanos a crear obras de bien y servicios que pudieran estar al servicio de todos, cristianos y no cristianos. Por ejemplo, las primeras escuelas en Siria, y en otras partes de Oriente Medio, fueron fundadas por misioneros franciscanos.
El mensaje del martirio: morir por la verdad no es locura
Es así como llegamos al motivo por el cual este evento deviene un llamado a la paz, el diálogo y la unidad. Como hemos visto, las razones de estos enfrentamientos confesionales, que han conllevado a luchas (guerras) internas y persecuciones sanguinarias, eran múltiples. Por lo tanto, la instigación de los agresores hacia los frailes y los tres laicos, a cambio de la libertad, podría responder a razones diferentes de las puramente religiosas.
Sin embargo, según los testimonios y las fuentes, la decisión negativa a la conversión por parte de los Mártires de Damasco quería afirmar una sola verdad, es decir, su pertenencia y amor a Dios, una pertenencia a una verdad que los había llevado a amar más a las personas y a encontrarse con el otro en su dimensión de bien, belleza y totalidad, hasta incluso compartir sus sufrimientos.
Por lo tanto, renunciar a Dios habría significado negar esta posición de verdad, que es la única que permite que los hombres y las mujeres se encuentren. Así pues, la valiente elección del martirio no queda solo como un acto de heroísmo o locura, sino como un acto de amor por la verdad del ser humano.
El emir Abdelkader al-Jazairi, defensor de los cristianos
Nos ha sorprendido encontrar una posición similar, aunque bajo otros parámetros y valores, en otro personaje contemporáneo de los Mártires de Damasco: el emir Abdelkader al-Jazairi. Este, tras haber pasado gran parte de su vida luchando contra la invasión francesa de Argelia, fue trasladado como prisionero a Francia y luego exiliado a Damasco, donde llegó en 1855.
Allí se convirtió en una figura respetada por su sabiduría y espiritualidad; sin embargo, en 1860 no dudó en poner en riesgo su respetabilidad, su vida y la vida de su familia para ofrecer protección a los cristianos de Damasco. Aceptó en su palacio a cientos de cristianos y utilizó su autoridad para detener las violencias, por lo cual fue elogiado incluso por el Papa Pío IX.
Las razones de este gesto se encuentran en algunos de sus discursos públicos. “Estamos obligados —decía—, por mandato de Dios y de nuestro profeta Mahoma, a proteger a los cristianos y a tratarlos con respeto. Cualquiera que los maltrate, maltrata nuestra religión."
El mensaje de los Mártires de Damasco y el del emir no son exactamente los mismos, obviamente hay diferencias que valdría la pena profundizar, y sería ingenuo decir que son lo mismo. Sin embargo, los dos gestos valientes nos sugieren una hipótesis a partir de la cual comenzar, que sigue siendo válida hoy en medio de esta oscuridad de violencia que envuelve a Tierra Santa: es necesario volver al otro en su totalidad para no centrarse únicamente en el propio dolor y en las terribles acciones que jalonan la historia de los pueblos de Oriente Medio.