“El corazón de Siria en Damasco todavía late… No se ha detenido nunca, y ahora más que nunca late con fuerza a fin de que podamos iniciar la reconstrucción, aunque nos llevará mucho tiempo”. Son palabras de Sor Iole, siria, misionera franciscana en Damasco. Está de visita en Jerusalén por algunos días, antes de volver a su amada Siria. Aprovechamos para pedirle que nos explique qué está sucediendo en su país, que en marzo comenzó su séptimo año de calvario.
“En Damasco el ejército siempre ha resistido”, continúa Sor Iole: “No ha habido destrucciones como en Alepo o en Homs… Pero la guerra ha dejado su huella aquí también”. Son muchísimos los chicos y jóvenes acogidos en dependencias de los franciscanos que arrastran serios traumas.
Los que más sufren son los niños. “Esta situación de tensión continúa, y sofoca todo tipo de esperanza, las familias están destruidas… En resumen, los niños crecen sin serenidad, están asustados, desesperados”. Lo vemos en la trágica historia de una familia de la comunidad: “A causa de los continuos ataques, una señora fue abatida. El marido hacía meses que había dejado su oficio y ya no trabajaba. Cuando faltó su mujer, sin nada para poder mantener a sus tres hijos, el pobre hombre se suicidó. ¿Qué esperanza les queda a los hijos? Ninguna, excepto la ayuda de los franciscanos que los han acogido. “Dos días antes de que se fueran”, continúa la religiosa, “uno de los chicos de esta familia, de solo ocho años, se encontraba en una habitación tratando de montar una horca… En cuanto lo supe, fui corriendo a abrazarlo. Porque lo primero es hacerle entender que no les han dejado solos. Al final se calmó y me sonrió. Esta es la esperanza.”
Una mirada triste se instala en el rostro de Sor Iole por unos segundos. Después, de repente, continúa con fuerza: “¡Por ello nuestra ayuda y nuestra presencia en Damasco ahora es más necesaria que nunca! ¡Porque la esperanza está, existe!”
En Siria, la Asociación Pro Terra Sancta, junto a los franciscanos, ha aumentado recientemente sus esfuerzos en la ayuda a las escuelas y centros educativos, con el fin de invertir en educación, en acompañamiento y en apoyo psicológico de los jóvenes que en esta guerra han sufrido traumas indescriptibles.
Pero como explica Sor Iole, hay todavía muchísimo trabajo por hacer.