"Quizás la tragedia actual necesita esta dulzura más que nunca: una mirada que abarque toda la situación, con toda su compleja historia, sin detenerse perezosamente en simplificaciones fáciles."
Entre las ramas finas y los pétalos rosas de las bugambilias que trepan los muros de piedra se alza, en Deir Rafat, el santuario de María Reina de Palestina; en lo alto del edificio, sobre una base que lleva la inscripción "Reginae Palaestinae", destaca la estatua de María.
Alta en el cielo azul, la cabeza de María está rodeada por una corona de estrellas, y su brazo derecho ligeramente elevado, con la palma de la mano hacia abajo en un gesto de protección y acogida; su mano izquierda se posa con delicadeza sobre el velo que cubre sus hombros.
El Santuario de María Reina de Palestina
Nos encontramos en el valle de Soreq, al oeste de Jerusalén. El valle, ubicado entre el mar y las montañas de Judea, debe su nombre al río que lo atraviesa. Algunos derivan la etimología de "Soreq" al significado de “inútil, vacío”, vinculado al desafortunado amor de Sansón y Dalila, que nació y creció aquí; otros, a la “vid especial” que abundaba en los viñedos de la región. En medio de memorias bíblicas y paisajes luminosos, fue aquí donde en 1927 el entonces Patriarca de Jerusalén, Monseñor Barlassina, fundó el santuario de la Reina de Palestina, un nombre que en ese momento identificaba toda la Tierra Santa.
Desde entonces, el santuario se ha convertido en el destino de una peregrinación que se celebra cada año en la festividad de María Reina de Palestina, el 25 de octubre. Muchos peregrinos parten de parroquias cercanas y de Jerusalén, pero también llegan desde lugares más lejanos, como la región de Galilea; antes de la Intifada, también desde los territorios palestinos muchos fieles viajaban al santuario de la Virgen ceñida de estrellas.
No solo Deir Rafat
En Roma, en el Palazzo della Rovere, se colocó una imagen de María Reina de Palestina por iniciativa del cardenal O’Brien, simbolizando el vínculo entre la capital italiana y la Tierra Santa. La dulce mirada de María, esperanza de una paz que ponga fin a las guerras, llega hasta Roma. Pintada por las monjas del monasterio israelí de Beit Jamal, el icono muestra a María con la ciudad de Jerusalén en sus brazos, abrazando así simbólicamente a todos sus habitantes: cristianos, judíos y musulmanes; todos acogidos en su seno, proclamando un mensaje de paz fuerte y revolucionario.
El Papa Francisco comentó sobre el icono en el Palazzo della Rovere: «María nos mira de tal manera que uno se siente acogido en su seno»; además del simbolismo del abrazo, es también la mirada la que acoge, la misma mirada dulce que en Deir Rafat la estatua de María posa sobre toda Palestina.
Palestina Tierra Santa
Hoy, Tierra Santa está en guerra; Palestina sangra, y recordar hoy la fiesta de María Reina de Palestina cobra un significado aún más profundo. Cuando Barlassina le otorgó este título, “Palestina” abarcaba toda Tierra Santa, una tierra que “más que cualquier otra pertenece” a la Virgen, y sobre la que el Patriarca en su oración le pide que “dirija una mirada piadosa”:
Te suplicamos que dirijas una mirada piadosa sobre Palestina,
que más que cualquier otra región te pertenece.
[...]
Recuerda que aquí fuiste constituida
como nuestra tierna Madre y dispensadora de gracias;
vela, pues, con especial protección sobre Tu patria terrenal.
(de la oración a Nuestra Señora Reina de Palestina, de Mons. Barlassina)
Hoy, leer estas palabras evoca emociones fuertes ante los escombros, el dolor y el fuego de los misiles que no cesan. Toda la dulzura reflejada en los ojos y en los brazos de la Reina de Palestina en Deir Rafat y en Roma contrasta dolorosamente con las imágenes que hoy nos llegan de Tierra Santa. Quizás, sin embargo, la tragedia actual necesita más que nunca esta dulzura: una mirada que abarque toda la situación en su historia compleja, sin detenerse perezosamente en explicaciones simplistas. Nuestra mirada debe ser como la de la estatua sobre el santuario: amplia, aguda y bondadosa, atenta a captar esas pequeñas chispas de esperanza que brillan entre el humo de las bombas y que dan a asociaciones como la nuestra un punto de partida para imaginar nuevos proyectos de reconstrucción, protección e integración.