"El museo será una fuente de desarrollo social también para la población local": este es uno de los objetivos establecidos en 2013 por el entonces Custodio de Tierra Santa, Fra Pierbattista Pizzaballa (actual Administrador apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén) cuando se presentó el proyecto del Museo Terra Sancta de Jerusalén.
Así ha sido para Rozan y Dima, dos chicas de veintisiete años que trabajan con gran pasión y entusiasmo en el Museo Terra Sancta.
Las dos vienen de los lugares más importantes de la vida de Jesús. Una es de Jerusalén, la otra de Belén. Todos los días acogen a numerosos peregrinos y turistas que entran en el Convento de la Flagelación y que visitan el museo audiovisual "Vía Dolorosa" antes de recorrer el via crucis hasta el Santo Sepulcro. Las dos saben idiomas y hablan perfectamente italiano. Han estudiado algunos años en Milán. Dima, Relaciones Interacionales e Idiomas y Rozan, Ciencias de la Educación.
"He tenido una infancia muy difícil -cuenta Rozan- llena de dolor y privada de muchas cosas. Sentía un vacío que intentaba llenar de rabia y errores, llenarlo por una falsa vida bonita. Después, gracias a algunos amigos, he tenido la posibilidad de empezar un nuevo capítula de mi vida. He podido estudiar, ir a Italia... La Asociación pro Terra Sancta es como una familia. Me ha dado la oportunidad de trabajar y de crecer también como persona. En el Museo Tierra Sancta, por ejemplo, he descubierto que me gusta mucho que los niños descubran su patrimonio, su historia. Es una actividad que no realiza casi nadie aquí. Hoy me siento más segura y la gente está también más orgullosa de mí".
Dima está aquí desde hace menos tiempo y compagina su trabajo con los estudios de canto lírico del Instituto Magnificat de la Custodia de Tierra Santa. Desde pequeña ha podido viajar al extranjero. "¡Me gusta saber! 'Hay que aprenderlo todo', dice siempre mi madre. Siempre he querido aprender para poder entender. Por eso, después de haber estudiado turismo en la Universidad de Belén, me fui a Italia. Después, de Erasmus a España, Francia y Portugal. He vuelto a mi tierra enriquecida por toda esta experiencia. Ahora quiero aportar algo aquí. Al-ḥamdu lillāh (gracias a Dios) he tenido suerte".
Las dos hablan de lo bonito que es trabajar con los monjes de la Custodia y sobre todo, agradecen al Director del museo, fra Eugenio Alliata, que las haya ayudado a conocer la historia y la importancia del lugar en el que trabajan y que antes no conocían con la profundidad de un profesor universitario y la humildad y sencillez de los franciscanos. "Me gusta mucho ser una ayuda a los peregrinos que vienen a rezar y que, de vez en cuando, me piden información. Es como si les estuviera ayudando a buscar a Dios, a buscar sus pasos", continúa Dima.
En el futuro, a Rozan le gustaría trabajar en actividades con niños en la sección de arqueología (de próxima apertura) del Museo Terra Sancta. A Dima le encanta seguir haciendo cada vez más por este lugar, para sí misma y para su tierra. "¡Quién sabe si quizás el día de mañana seré embajadora" dice al final, "pero, mientras tanto, estoy aquí y quiero dar lo máximo por esta empresa grande y única!"