“Esta casa nueva es como una caricia de Dios”. La señora Mayada, de setenta años, no deja de repetirlo. Lo dice cuando nos recibe, sujetando nuestra mano entre las suyas e inclinándose ligeramente; lo repite mientras nos conduce a su pequeño balcón blanco, totalmente nuevo, para mostrarnos la acumulación de escombros y desechos a su alrededor y a los lados de la calle que pasa bajo su apartamento: era el límite entre el oeste de Alepo, ocupado por el gobierno y el este de Alepo, la zona roja controlada por los rebeldes y por Al-Nusra.
“Las bombas aquellos días caían como granizo… y allí, justo allí, se escondían los francotiradores de Isis”, prosigue, señalando los restos de otros balcones y los agujeros que algún día habían sido puertas y ventanas: “eran nuestros vecinos”. Por ello muchos tomaban la decisión de buscar refugio con algún familiar que viviera en la parte oeste de la ciudad, antes de que también esta se viera reducida a escombros.
Después, en diciembre, la ciudad fue liberada y se comenzó a hablar de reconstrucción, de volver a nacer. Gracias a la ayuda de los franciscanos, con el apoyo de la Asociación pro Terra Sancta, se han empezado a reconstruir algunos apartamentos, siempre que resulta posible. La casa de Mayada fue una de las primeras en restaurarse. Mientras el espectro de la guerra aún prevalece a nuestro alrededor, su apartamento blanco en mitad del océano de escombros es sin duda una “caricia de Dios” en medio de tantos datos preocupantes sobre la ciudad.
s bombas aquellos días caían como granizo… y allí, justo allí, se escondían los francotiradores de Isis”, prosigue, señalando los restos de otros balcones y los agujeros que algún día habían sido puertas y ventanas: “eran nuestros vecinos”. Por ello muchos tomaban la decisión de buscar refugio con algún familiar que viviera en la parte oeste de la ciudad, antes de que también esta se viera reducida a escombros.
De los cuatro millones de habitantes de Alepo, tres abandonaron la ciudad durante el conflicto y solo ahora han comenzado a retornar poco a poco. Las personas que se quedaron fueron sobre todo mujeres, ancianos y niños. Muchísimos hombres han perdido la vida en los combates o continúan luchando en las filas del ejército de Assad. Ese es el caso de Hussam, el hijo de Mayada, que sigue combatiendo. Además, el índice de desocupación es del 85 % y el 95 % de las familias vive por debajo del umbral de la pobreza, en muchos casos sin ni siquiera una casa.
Aquí los franciscanos, ayudados por la Asociación pro Terra Sancta y por los numerosos amigos y colaboradores, ya han hecho mucho. Aun así, de las 900 solicitudes de ayuda para la reconstrucción de apartamentos y casas, solamente se ha podido llevar a cabo el 10 % gracias al trabajo de los frailes y con el apoyo de varios amigos y colaboradores.
El precio de reconstrucción de un apartamento varía entre los 2000 y los 3000 euros, y resulta obvio cuánto queda aún por hacer. Por ello, junto a Mayada, a su hija y a la comunidad que rodea a los frailes de la Custodia de la Tierra Santa, os pedimos con fuerza que os suméis a la campaña “Una casa para Alepo”, para realizar una contribución por muy pequeña que sea, que ayude a reconstruir las casas y a llevar una pequeña “caricia de esperanza” a las familias de Alepo.