“Cuando padre F. llegó al convento se encontró con las hermanas asustadas y el hermano en el suelo, asesinado”. Padre François Mourad murió ayer en Ghassanieh, en Siria, dentro del convento franciscano donde había buscado refugio desde hacía tiempo. Las circunstancias del deceso están todavía por aclarar. Una versión habla de una bala que habría entrado en el convento golpeando al sacerdote, mientras que otras fuentes dicen que el asesinato ocurrió durante un saqueo de los revolucionarios.
Padre François había nacido en Siria y era muy conocido en la región. Realizó el postulado en la Custodia de Tierra Santa en Roma en 1990 y fue a Belén en su primer año de filosofía. En 1992, con el deseo de dedicarse a una vida más contemplativa, dejó la orden franciscana para entrar en Latrún. Y poco después, dejó también el monasterio trapense para regresar a Siria. “Venía mucho al convento – cuentan los hermanos menores – y sustituía a los hermanos cuando éstos se ausentaban”. Con la guerra había decidido regresar al convento por motivos de seguridad, para sostenerse y sostener a los pocos que quedaban, junto a padre Filippo y a las hermanas del Rosario.
Justo en aquel convento, donde se sentía más seguro, ha encontrado la muerte. En la carta que padre Halim, responsable de la región s. Pablo, ha enviado a los hermanos de Jerusalén, lanza una llamada a occidente para que no ayuden a los revolucionarios anti-Assad, que apoyan a los religiosos extremistas responsables de varios ataques contra la minoría cristiana.
“Si se sigue así – concluye – no quedará ni un cristiano en Siria”. Están seguros de esto también los que están viviendo estas horas dramáticas. Desde Jerusalén, el Custodio invita a celebrar misas de sufragio. “Oremos – ha escrito padre Pizzaballa – para que esta guerra absurda y vergonzosa termine pronto y que la gente de Siria pueda regresar a la normalidad.
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Queremos recordar a todos la Emergencia Siria y os invitamos a sostener de forma concreta al pueblo sirio.
