A pocos pasos de la Basílica de la Natividad de Belén se encuentra el Hogar Niño Dios, una pequeña realidad que acoge a decenas de jóvenes con discapacidades severas. Hermanas y sacerdotes de la Familia Religiosa del Verbo Encarnado trabajan incansablemente aquí, cuidando de estos niños día y noche. En un contexto de gran pobreza y dificultades sociales debido a la tensión continua, la discapacidad se considera a menudo una carga y un estigma social. Y así, algunos niños que nacen en estas condiciones son abandonados o dejados en instituciones como Hogar.
Las condiciones de salud de los niños y jóvenes son de lo más variadas, lo que dificulta aún más que quienes los cuidan puedan garantizar un nivel educativo adecuado. De hecho, Hogar no solo cuida de su salud, sino que también trata de dar una educación a estos niños, en la medida de lo posible. Una gran dificultad es crear "clases" con el mismo nivel de capacidades cognitivas, que no dependan únicamente de las condiciones de salud del alumno. La hermana Allegra, a quien le pedimos que nos contara un poco su historia y la historia de Hogar, confirmó esta dificultad, que, sin embargo, no se debe solo a las diferencias cognitivas: "Sabemos que, tal vez, cada persona autista tiene diferentes capacidades o diferentes actitudes, así como cada niño que acogemos aquí. Lo que los hace aún más diferentes, sin embargo, son las experiencias que han vivido: por ejemplo, algunos de ellos han sido abandonados, e inevitablemente lo sufren: esto se refleja en cómo aprenden y cómo están con nosotros. Nunca dicen 'mamá', saben que ninguna de nosotras es madre, pero estamos llamadas a conocer a estos niños como las madres conocen a sus hijos, para poder ayudarlos de la mejor manera posible en todo".
Y este cuidado por la familia del Verbo Encarnado brilla perfectamente en las historias de Sor Allegra, que conoce las condiciones y necesidades de cada niño. A medida que nos cuenta, poco a poco nos va mostrando las estancias donde estos niños pasan sus días, entre actividades, enseñanza y terapia. Así nos enteramos de que muchos de ellos experimentan cada día un tremendo sufrimiento entre los que, debido a algunas malformaciones óseas, están completamente inmovilizados y los que se arriesgan cada día a que su propia caja torácica les perfore el corazón o el pulmón. Lamentablemente, la mayoría de estos niños no pueden recibir toda la atención que necesitan, precisamente por la falta de voluntarios y personal sanitario debido a la actual situación de conflicto. Ante este sufrimiento, que también parece ser una gran injusticia, es normal preguntarse por qué algunos niños nacen así, por qué tienen que sufrir así y sobre todo cómo estas personas se las arreglan para pararse frente a todas estas cosas.
"Es un misterio, el del sufrimiento. No podemos saber por qué Dios les da a algunas personas una vida normal y a otras no. Pero creo que estos niños, los que más sufren, los que no pueden hablar, los que están en sillas de ruedas o los que se ven obligados a acostarse, me enseñan el valor del sufrimiento y de sufrir a su vez. Es como si Dios los estuviera usando para ayudarnos a salvar nuestras almas y convertirnos en mejores personas. Estos niños saben como ángeles, y siempre observo que la vida de los voluntarios florece estando con ellos, como si estando con ellos uno se volviera mejor, más humano".
Pro Terra Sancta ha financiado la construcción de una piscina dentro de las instalaciones del Hogar, abordando la necesidad de muchos de tratamientos de hidroterapia. Además de esto, nuestra asociación ha cubierto el salario de un fisioterapeuta, para que las condiciones de vida de estos niños puedan mejorar, y para que Hogar pueda continuar su labor en la ciudad del Niño Jesús de la mejor manera posible. Sobre todo ahora, cuando se acerca la Navidad.