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ENTREVISTA A PADRE VINCENZO IANNIELLO, FRANCISCANO DE LA CUSTODIA DE TIERRA SANTA Y DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS ORIENTALES CRISTIANOS DE EL CAIRO

21 febrero 2011
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ENTREVISTA A PADRE VINCENZO IANNIELLO, FRANCISCANO DE LA CUSTODIA DE TIERRA SANTA Y DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS ORIENTALES CRISTIANOS DE EL CAIRO
ENTREVISTA A PADRE VINCENZO IANNIELLO, FRANCISCANO DE LA CUSTODIA DE TIERRA SANTA Y DIRECTOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS ORIENTALES CRISTIANOS DE EL CAIRO
Pruebas de diálogo en El Cairo, asediado por el ejército y los manifestantes. Una biblioteca gestionada por los frailes franciscanos donde los profesores de las universidades religiosas islámicas envían sus estudiantes para preparar la tesis sobre las figuras de los santos como San Francisco y San Buenaventura. Es padre Vincenzo Ianniello, franciscano de la Custodia de Tierra Santa y director del Centro de Estudios Orientales Cristianos de El Cairo, quien cuenta lo que está sucediendo en el convento de Musky, en la gran parroquia latina de la capital egipciana. A media hora a pie desde plaza Tahrir si se excluyen los disparos contra los saqueadores que se oyen resonar durante la noche, el convento de Musky no ha sido tocado directamente por los conflictos y manifestaciones. Pero es de todas formas, un observatorio privilegiado para comprender, con la calma típica de los frailes franciscanos, lo que sucederá en el Egipto del futuro. Padre Ianniello, ¿por qué algunos cristianos han ido a la plaza a protestar, mientras que otros han preferido no hacerlo? Algunos cristianos, incluidos curas y monjas, han participado en las protesta pero lo han hecho de una forma poco evidente. Es verdad que los Hermanos musulmanes han declarado que «cristianos y musulmanes somos todos iguales». Pero ésta es una fórmula que se repite cada vez que se quiere obtener algo a cambio. Dicen que «nuestro Dios es igual al de ellos», «tenemos todos el mismo Dios» y otras cosas parecidas. Pero después, cuando ya no es necesario el apoyo de los cristianos, se ven las diferencias y la minoría prácticamente ya no cuenta. Cuando a ellos les viene bien somos todos iguales, y después dejamos de serlo. Es de esto de lo que los cristianos tienen un poco de miedo. Es posible que no todos sientan el mismo miedo, pero hay mucha prudencia porque es difícil descifrar lo que ocurrirá después, y si se dan pasos falsos se tendrán que pagar las consecuencias. ¿Cómo será el futuro Egipto? No tenemos que hacernos ilusiones, es demasiado pronto para dar respuestas. Pero es verdad que cada vez que paso delante de la universidad veo jóvenes tanto musulmanes como cristianos (se reconocen por la manera de vestir de las chicas), que pasean y hablan juntos. Significa que en las nuevas generaciones ya existe una cierta apertura al diálogo. Esto sucede sobre todo en los ambientes más cultos, pero no ocurre en todas las situaciones: ¿si uno proviene de la universidad islámica piensa exactamente de la misma manera? Los jóvenes que frecuentan nuestra biblioteca, donde tenemos 80 mil volúmenes sobre el cristianismo occidental, son tanto musulmanes como cristianos. Y muchas veces vemos chicas completamente veladas junto a las cristianas sin ningún tipo de problema. Es el ambiente el que es determinante, y en Egipto todos los ambientes no son iguales. El 7 de enero cuando se celebró la Navidad copta, pasamos para saludar a los ortodoxos y felicitarlos. Nos dijeron: «Tranquilos, porque aquí hemos tenido siempre buenas relaciones con nuestros vecinos los musulmanes, por lo que no tememos ningún riesgo de atentados». Pero en estos días de protestas, ¿el clima ha sido más o menos libre para los cristianos? En estos días el clima es mejor. En los momentos de rebelión nadie ha atacado a las iglesias, a pesar de que la policía había desaparecido literalmente. Habrían podido hacer lo que hubieran querido contra nuestro monasterio pero no pasó absolutamente nada. Cierto, en Nochevieja ocurrió el terrible atentado de Alejandría. Y la versión del gobierno fue que los terroristas venían de fuera del país. Pero la gente decía desde el primer día: «Este atentado ha sido organizado en Egipto». Y por qué lo decían, no lo sé. Pero ahora, de una investigación emerge que parece ser  que haya sido proyectado por el ex ministro del interior egipciano. Por no hablar del hecho que, en los días pasados, los cristianos rezaron en la plaza Tahir bajo la mirada de los musulmanes. Si hubiera pasado con Mubarak, hubiera sido una catástrofe. ¿Cuál es el significado de la presencia de los franciscanos en El Cairo? En Egipto, además de los padres de Tierra Santa a los que pertenezco, están también los franciscanos de la Provincia egipciana, activos en el campo de la educación. A nuestras escuelas vienen estudiantes musulmanes y cristianos sin distinción, y gracias a esto se instauran numerosas relaciones positivas y duraderas. Nosotros no estamos aquí para predicar, si no como nos ha enseñado San Francisco, para ser una presencia pacífica en medio de la gente. ¿Pero por qué las estudiantes musulmanas van a la biblioteca de los frailes? Algunos profesores, incluso de universidades islámicas, proponen a los jóvenes hacer la tesis sobre los santos cristianos, en particular sobre San Francisco y San Buenaventura. Todo nació por el hecho de que en nuestro convento hay un padre siriano al que muchos docentes islámicos se dirigen para que realice traducciones del latín al árabe. Del encuentro con él ha nacido en muchos el deseo de conocer nuestra experiencia. Un profesor en particular se ha preguntado: « ¿Por qué nos preguntamos siempre qué pensamos nosotros del Occidente cristiano y no nos preguntamos lo que éste piensa de nosotros?». Es como Moisés que, después de haber visto el zarzal ardiente, sintió el deseo de descubrir qué era. Estas relaciones entre los musulmanes y nosotros derivan de una experiencia que probablemente es difícil de explicar, pero de la que nace el deseo de mejorar las relaciones entre islámicos y cristianos. En cambio, desde un punto de vista social, ¿cómo es la situación en Egipto? Aquí la gente cuenta cuando manda en alguien, es una mentalidad arraigada y no me resulta que el régimen haya hecho nada para corregirla. Porque además al régimen no le ha interesado nunca el pueblo de verdad. Lo único que le interesaba eran las personas que conseguían acumular dinero. Cuando hace cuatro años regresé a Egipto, después de haber estado viviendo allí en los años ’90, la primera cosa que escuché fue: «Egipto vive en un polvorín, tarde o temprano explotará». Y esta ha sido la ocasión. ¿Por qué dice que el gobierno no se ha interesado nunca en el pueblo? Hace veinte años la situación económica era difícil, pero sustancialmente todas las personas tenían para comer. En cambio, hoy es siempre más frecuente encontrar personas que no tienen nada con qué alimentarse. Por ejemplo, muchos me cuentan que se quedan viendo la tele hasta las 3 de la madrugada para levantarse lo más tarde posible y saltar una comida para ahorrar algo. Y muchas veces vienen a nuestro convento chicas que nos piden un bocadillo diciendo: «He olvidado cuánto tiempo hace que no veo uno». En la mayoría de los barrios de El Cairo la gente vive así. ¿Pero esta pobreza nace también de una determinada mentalidad? Sí, en Egipto a penas una persona está por encima de otra, inmediatamente se siente dueña de su vida. Son muchos los episodios que lo documentan. Un operario que llega a ser un pequeño empresario, por ejemplo, deja inmediatamente de trabajar y se limita a mirar a los dependientes cómo trabajan. Por no hablar de la corrupción de la vida pública. En Sharm el Sheik existe una base militar con naves de la Marina italiana y americana. En el campamento USA necesitaban algunas grúas e hicieron que llegaran del puerto de Alejandría de Egipto: según los acuerdos internacionales, estas grúas no están sujetas a los impuestos de aduanas. El ex director del puerto se empeñó y solicitó por todos los medios el pago de una suma de dinero y al final la marina USA tuvo que ceder. Y cuando se construyó la metropolitana de El Cairo, a la sociedad francesa le sobró material que quería dejar en el país. En cambio las autoridades pidieron el pago de un impuesto, y así aquellas sustancias terminaron todas en el Mar Mediterráneo.
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