Tras el último viaje de los colegas, decidí pasar las fiestas pascuales entre Libano y Siria. Fue una experiencia importante para llevarle el cariño y el apoyo de toda la gente a la población que sigue sufriendo. Como me confirmó también el cardenal Zenari, la situación en Siria, sigue siendo terrible. Cuando me encontré con él, fue muy directo en contarme todo: “Cuando camino por las calles de Damasco, veo situaciones que no había visto nunca, ni siquiera durante los peores años de la guerra: hay filas muy largas de personas que esperan afuera para comprar el pan en tiendas que lo venden cobrando precios subvencionados por el estado. También hay filas muy largas de autos que esperan para poder cargar gasolina. La última vez que visité la alta Mesopotamia fue antes de la guerra y era mayo. Por 500 kilómetros, del río Tigris al río Eufrates, se extendía una alfombra dorada: era el trigo que estaba madurando. ¿Por qué ahora hay colas frente a las panaderías? En la frontera con Iraq vi los yacimientos petrolíferos. Entonces, ¿por qué hay escasez de gasolina? Estos años de guerra le destruyeron a Siria. Las estadísticas de Naciones Unidas son increíbles: Siria ocupa el primer lugar, con el 90% de la población que vive por debajo del umbral de pobreza. El 60% de la población padece el hambre. Si les puedo dar una imagen de Siria, le imagino al país, como la víctima de la parábola del Evangelio sobre el buen samaritano, quien bajando de Jerusalén a Jericó, se encontró con los ladrones. Siria fue atacada por tantos ladrones, y las personas que estén un poco informadas saben muy bien quiénes son los que le pegaron a Siria y la abandonaron moribunda al lado de la carretera”.
Las palabras fuertes del Cardenal me acompañaron también mientras me encontraba con estas mujeres y estos niños del Franciscan Care Center, uno de nuestros proyectos, situado en la zona oriental de Alepo. Es conmovedor ver cuanta dedicación le ponen estas mujeres frecuentando los cursos de árabe e inglés que les ofrecimos. Más del 70% de estas mujeres son viudas y tienen un promedio de 7 a 12 hijos. Ellas están muy agradecidas por lo que hacemos por ellas y sus hijos. Desean seguir estudiando y nos piden enseñarles una actividad, pero, ¿qué tipo de actividad podría ser? Lamentablemente, ellas tienen poca experiencia fuera del hogar, por lo tanto nos piden brindarles cursos de costura y tejido, o de cocina para tener ingresos.
En el centro franciscano también les damos apoyo escolar a los niños con el aprendizaje de las asignaturas básicas porque ya no van al colegio: en esta semana el año escolar se terminó oficialmente, debido tanto al Covid, como a la crisis económica y la falta de fondos para pagarles a los docentes y mantener abiertos los edificios. Las personas que les ayudan a estos niños tienen la gran sensibilidad de entender que tipo de traumas psicológicos relacionados con la guerra, por haberles visto a la muerte y a la destrucción, están detrás de sus dificultades en el aprendizaje. Lamentablemente, aunque el bombardeo ya se acabó hace años, no hay proyectos o plata para la reconstrucción. Muchos niños, al entrar por primera vez en uno de nuestros centros y miran los salones pintados con colores alegres y la cancha de fútbol se preguntan: “¿Así será el cielo? “.
Fueron varios los encuentros realizados durante este viaje con los frailes que gestionan nuestros proyectos y los profesionales que colaboran con nosotros. Una de nuestras ayudantes más valiosas es la Doctora Binan, una señora musulmana. Hay una gran amistad entre los cristianos y los musulmanes que trabajan en estos centros. ¡Todos los Franciscan Care Centers de Alepo, Hama y Latakia, se construyeron gracias a la gran voluntad y apoyo de Pro Terra Sancta y todos estamos muy orgullosos!
Yo celebré el día de Pascuas en Latakia, como pueden ver en estas fotografías. Fue hermoso estar con ellos en un momento tan importante del año. Y en la Pascua de Jesús, pedí también ver, algún día, la resurrección de este país, que la necesita de verdad.