Son sorprendentes las novedades descubiertas dentro del proyecto “Libros puentes de paz”, creado hace unos años por el profesor Edoardo Barbieri, director del Centro de Investigación Europeo del Libro, Publicación, Biblioteca de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en colaboración con la Custodia de Tierra Santa, y Asociación proTerra Sancta. A pesar de la emergencia debida al Covid-19, el proyecto sigue regalándonos resultados maravillados, como la exposición virtual que nos cuenta la historia del taller de imprenta creado por los religiosos franciscanos en 1847. Son volúmenes valiosos recuperados en los archivos del Convento de San Salvador, hay también tipos de metal, prensas para imprenta y herramientas de trabajo encontrados en los empolvados depósitos subterráneos de la zona vieja de Jerusalén, que forman parte de un patrimonio cultural que, con paciencia y dedicación, ahora se pudieron compartir con el mundo entero gracias a la ayuda de varios jóvenes guiados por un comité científico muy importante y alojados por Pro Terra Sancta con un solo objetivo: transmitir a las generaciones futuras la historia y la identidad de una ciudad encantadora y compleja, y de sus habitantes emprendedores e innovadores. En ocasión de la Jornada mundial de libro de 2021 queremos contarles, junto con Arianna Lionetti, una entusiasta estudiante de posgrado quien hace años forma parte del proyecto “Libros puentes de paz”, sobre las últimas excepcionales novedades relacionadas con la Franciscan Printing Press, la imprenta de los frailes franciscanos situada en Jerusalén.
Arianna, ¿por qué la Franciscan Printing Press nace mucho más tarde con respecto a la invención de la impresión?
“En realidad los religiosos habrían querido desde el principio tener una herramienta para imprimir ellos mismos los libros para las parroquias, los estudiantes y el seminario, pero ellos en Jerusalén eran extranjeros en territorio extranjero, bajo la dominación otomana. Los musulmanes desde siempre fueron contrarios a la impresión con tipos móviles, por una razón muy simple: el árabe se transcribe omitiendo las vocales y en la impresión con tipos móviles, si se mueve un caracter, (como suele pasar en la impresión), cambia la pronunciación de la palabra, corriendo el riesgo de caer en la blasfemia. Pero en 1833 un sultán iluminado, que seguía las teorías de la Revolución francesa, decidió garantizarles a sus súbditos toda igualdad y libertad, a pesar de la religión, la nacionalidad y la etnia. Por consiguiente, se liberalizó la impresión, pero los frailes, que estaban listos para abrir un taller de imprenta, les faltaban fondos. De casualidad, la Comisaría de Tierra Santa de Viena, reabierta hace poco, tenía un gran monto de dinero para invertir. Los frailes del Convento de San Salvador lograron convincerle a la Comisaría para que le enviara a Jerusalén a un fray capacitado en las mejores imprentas de Austria, junto con caracteres, papel y una máquina para imprimir. El fray impresor logró poner en marcha un taller de imprenta en muy poco tiempo”.
Pero la impresión es un proceso complejo, ¿cómo podía un solo religioso manejar todo un taller?
“A partir del mes de julio de 1846, desde su llegada, hasta el mes de enero del 1847, el fray impresor empezó a producir impresiones, y les capacitó sobre el arte de la imprenta a varios adultos, y sobre todo a los niños del orfanato. Se creó como una capacitación organizada entre dos niveles: la imprenta imprimía los volúmenes necesarios para la parroquia, como los cancioneros y los libros de oraciones, los breviarios y los libros de teología para los religiosos, terminando con los libros para los colegios. En cambio, en el taller se les enseñaba a los jóvenes una actividad laboral. En una ciudad como Jerusalén, donde no existían impresenta y recién se había otorgado la libertad de prensa, significaba garantizarles a aquellas jóvenes la posibilidad de conseguir trabajo. El impacto educativo fue increíble: poco a poco el Imperio Otomano se abrió a las novedades y les permitió a los franciscanos triplicar el número de los colegios presentes en el territorio. Ésto significaba también aumentar el número de volúmenes necesarios para los alumnos, como los silabarios, los libros caligráficos, los libros para aprender a escribir y contar, libros de catequesis como por ejemplo los compendios de la Biblia enriquecidos por maravillosas imágenes para niños. ¡Fue un verdadero círculo virtuoso!”
La Franciscan Printing Press fue de verdad una imprenta muy activa. ¿Podemos identificarla como un punto de referencia dentro del escenario empresarial de Jerusalén?
“¡Claro que sí! Mientras los franciscanos esperaban los fondos necesarios para abrir su propia imprenta, los Armenios, Griegos y Judíos ya habían abierto sus talleres. Pero ellos hacían llegar obreros desde Europa, en cambio los franciscanos eran los únicos que tenían trabajadores árabes y cristianos. Si sus competidores trabajaban de forma muy inconstante, debido a la eterna falta de mano de obra calificada, los religiosos, quienes les habían calificado a sus trabajadores tanto en el colegio como en el taller, nunca paraban su producción. La Franciscan Printing Press era un taller que de imprenta que se podría identificar como “revolucionario”: el primer libro verdadero que imprimen es la catequesis de San Belarmino en árabe e italiano. Este librito hecho de pocas páginas es el primer libro impreso en árabe en Palestina. No solo los frailes fueron los primeros en imprimir en idioma árabe, sino también logran implementar una fundidora para realizar los caracteres, compran una imprenta que sirve para imprimir imágenes, y aprenden a realizar litografías… , empezando por lo que en un principio era un pequeño experimento, poco a poco los religiosos logran llegar a tener un taller de imprenta, que al final se convierte en una oficina de nivel medio alto. De hecho, cuando en 1917 llegan a los ingleses, les botan a los jóvenes turcos, y empiezan su mandato, los mismos ingleses se dirigen al mejor taller de imprenta de Jerusalén, el de los franciscanos, para hacerles imprimir avisos para colgar en toda la ciudad”.
Nos hablaste de volúmenes, edictos, lagares y tipos. Ahora, ¿dónde se encuentra este patrimonio inmenso? ¿Es accesible al público?
“Casi toda la producción de la Franciscan Printing Press fue conservada en el Convento de San Salvador, y lo dudo mucho que un taller de imprenta o una editorial italiana tenga un archivo como éste, con todos los volúmenes impresos desde 1947 hasta el día de hoy. Hasta los años 50 y 60 este fondo de biblioteca estuvo un poco olvidado, pero gracias al proyecto “Libros puentes de paz”, este patrimonio llegó a ser de todos. El gran cambio fue la creación de un catálogo digital en línea. Los estudiosos de Tierra Santa procedientes de todo el mundo están muy agradecidos por poder consultar a distancia el catálogo de los franciscanos de Jerusalén. Pero no hablamos solamente de libros; en los depósitos encontramos también máquinas de imprenta de los años 50 que llegaron de Italia, desde Turín. Es hermoso también el lagar de hierro fundido procediente de Viena y construido en 1860, que está conservado en la entrada de la Curia. Allí se encuentra porque al moverlo, siendo muy pesado, se cayó y él solo se desmontó. El aspecto positivo es que todos pueden verlo. La última curiosidad es que en realidad la Franciscan Printing Press sigue estando activa, pero simplemente la trasladaron hacia Betfage, a unos kilómetros de Jerusalén. En el actual taller de imprenta se siguen utilizando máquinas de los años 50, de las Heidelberg procedientes de Berlín, cuando la ciudad aún estaba dividida entre Este y Oeste debido al muro. De hecho, la Franciscan Printing Press es el testigo de las relaciones entre Tierra Santa y el mundo. ¡Sus volúmenes, siendo los primeros impresos en árabe en Palestina, fueron verdaderos puentes de paz!”