Más de 1000 palestinos resultaron heridos, se lanzaron más de 250 cohetes de Gaza hacia Israel, y fallecieron 28 personas, (de ellas 11 eran niños), y también hubo 154 personas heridas debido a los ataques aéreos. También murieron 2 mujeres israelíes tras la explosión de un cohete. Los números publicados por la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, (OCAH), son elocuentes, pero no logran describir totalmente las situaciones y tensiones que estamos viviendo aquí en Jerusalén.
Los enfrentamientos comenzaron el 13 de abril con el mes de Ramadán, el periodo de ayuno observado por los musulmanes practicantes, y empeoraron tras la decisiones de las autoridades isralíes de desalojar a unas familias del barrio de Sheikh Jarrah, situado a unos minutos del corazón histórico de Jerusalén.
A partir del 28 de abril hay protestas diarias como señal de solidaridad a las familias. Cada día después del iftar, la comida que rompe el ayuno, hay rebeliones en toda la zona oriental de Jerusalén, en la mezquita de Al Aqsa, Damascus Gate, Lion’s Gate y la explanada de las mezquitas donde se encuentra la emblemática cúpula de la roca, la mezquita principal de la Ciudad Santa.
Las calles de la ciudad vieja a lo largo del día son silenciosas: varias tiendas permanecen cerradas, son muy pocos los fieles que rezando se asoman al Santo Sepulcro. Los colegios y oficinas están funcionando con poca frecuencia, salvo las sedes de las organizaciones humanitarias que en este momento están muy ocupadas coordinando los primeros auxilios a las personas heridas.
Jerusalén está vivendo una tensión que no logra encontrar una solución. De noche, en las calles y en los edificios resonan los gritos de los que protestan, las sirenas de policía, y también se escuchan de cerca las explosiones de las bombas, junto con la confusión que les sigue a los lanzamientos de bombas de gas o del agua sucia lanzada a la multitud para alejarle a la gente.
Todo ésto está ocurriendo a pocos minutos del corazón de la cristiandad, y les impide a los fieles, (incluso musulmanes y judíos), vivir con serenidad en la más santa de las ciudades. De hecho, el acceso a los lugares sagrados está límitado, y en el caso de la mezquita de Al Aqsa, uno de los puntos calientes, el acceso está prohibido por las autoridades militares.
Debido a los enfrentamientos, no tuvo lugar la tradicional vigilia que se realiza en el Monte de los Olivos: algunos frailes y fieles se juntaron para rezar vísperas, pero la noche caliente de Jerusalén no se volvió más dulce gracias a la música y a las oraciones. Desde arriba se veían las luces parpadeantes de la policía, y ya se escuchaban las primeras explosiones de las bombas. Esta tensión constante que sigue creciendo, y este aumento de la violencia, límita todos los intentos de construir puentes de paz.
También nuestro Terra Sancta Museum, situado a pocos metros del Lion’s Gate fue cerrado por temas de seguridad. Aquí, donde un equipo de expertos internacionales de toda religión trabaja para construir puentes de diálogo y paz, prevalecen los temores por la seguridad de nuestro personal, de la colección y del público local que frecuenta el Museo, pero no nos rendimos, incluso cuando, (y esperamos sea pronto), se firme una débil tregua, seguiremos trabajando sin parar para construir una paz larga y duradera. Cada día seguimos adelante con nuestra misión.
La Asociación Pro Terra Sancta, nos hemos comprometido a construir la paz todos los días en Jerusalén durante años a través de proyectos culturales y sociales, que tienen como objetivo preservar un patrimonio cultural e histórico compartido por todos los que viven en Tierra Santa.