Oriente Medio no conoce treguas. Las emergencias humanitarias continúan en varios frentes, el número de muertos y heridos crece día a día, y es difícil ver la luz en tal espiral de violencia.
El cielo de Gaza se ilumina de nuevo por las bombas. Ayer, una bomba estalló a pocos kilómetros del campamento de verano organizado por las Hermanas del Santo Rosario en el que participaban 157 niños. El padre Mario, del Patriarcado Latino de Jerusalén, cuenta lo sucedido: "Estábamos en el teléfono con las hermanas en Gaza y hemos sido testigos de una explosión en directo, escuchando el grito de los niños que están en la parroquia por el campamento de verano”. Según el sacerdote, los estudiantes fueron inmediatamente enviados a casa con sus familias, acompañados por los monitores que aprovecharon un momento de calma para salir de los edificios de la parroquia y recorrer las calles de la ciudad. "Los niños -añade el padre Cornioli- están aterrorizados, igual que toda la población de Gaza".
También en la vecina Siria, la situación continúa siendo grave: "Siria es un país devastado, ya no hay nada, la gente está agotando sus fuerzas- declara fray Simón, responsable de la Región de San Pablo de la Custodia de Tierra Santa. Según los últimos informes de la Syrian Network for Human Rights(Red de Siria para los Derechos Humanos), se han documentado un millón cien mil heridos desde marzo de 2011 en que comenzó el conflicto, de los que un 45% son niños. 120.000 personas se ven obligadas a vivir con una discapacidad permanente y complicaciones debido a la amputación de extremidades. El número de muertos se ha elevado a 133.586, de los cuales 15.149 son niños.
"Hace poco, un mortero cayó sobre la cabeza de un niño de 5 años, que venía a catequesis con nosotros” -continúa el padre Simon- "el pequeñomurió, mientras que poco despúesun joven fraile, que vive de milagro, vio caer un mortero a un metro y medio de distancia. La gente vive aterrorizada, se siente constantemente en peligro, cada segundo. Yo, que tengo que ir a llevar ayuda y visitar a nuestros feligreses,también me siento constantemente en peligro. Pero sé que no debo perder la esperanza. Nosotros, los frailes quieremos quedarnos y seguir ayudando a los que han permanecido en esa tierra maltratada".
En lo que podemos, nos mantenemos cerca de las víctimas de estos conflictos.
Cada contribución es vital para ayudar a los que sufren. Las necesidades son enormes y muchas personas sólo sobreviven gracias a la ayuda del exterior, que se transfiere rápidamente al campo.