En Gaza siguen los bombardeos. La electricidad viene y va, y el Padre Gabriel no logra mantener una conexión fija al Internet, para contarnos lo que está ocurriendo.. Pero es demasiada la urgencia de comunicarle al mundo la situación de una de las zonas más afectadas por la escalada de violencia que en estos días le atormenta a Tierra Santa.
“Hay un aire de guerra en Gaza.” ási comienza a hablar Romanelli en el encuentro organizado el viernes pasado, (que está disponible pinchando el enlace).
La comunidad de Gaza, que ya está acostumbrada a los enfrentamientos que continúan hace años, incluso había logrado encontrar un aspecto positivo dentro de la actual pandemia: “el Covid le había parado a la guerra”. Pero ahora, sin avisos, empezaron los bombardeos.
Muy pronto los habitantes de Gaza entendieron que éstos no eran los mismos ataques porque las bombas empezaron a caer sin descanso, de día y de noche, impidiendo recuperar aquella pequeña vida normal de antes.
“Lo primero que hicimos”, nos comenta padre Gabriel, “fue ponernos en contacto con los parroquianos, familia por familia”. Varios miembros de la pequeña comunidad católica de Gaza, (o sea 133 personas), ya no tienen electricidad y agua corriente. También son muchas las casa dañadas. A aquellas personas el Padre Gabriel les brindó ayuda material y espiritual.
En cambio, es más difícil alcanzar las familias musulmanas que la parroquia está apoyando hace tiempo: las calles y los edificios principales de los barrios musulmanes más poblados y pobres fueron destruidos y las personas que aún tienen una casa, ahí están encerradas.
“Esta vez todo señal no informa que no habrá tregua”, afirma el Padre Romanelli al recordar a las “174 personas fallecidas durante los bombardeos, y 48 de ellas eran niños. Ya casi no se calcula el número de personas heridas y los colegios se preparan a acoger a los desplazados, incluyendo la escuela católica de San Tomás de Aquino, un colegio donde los estudiantes son cristianos, y hay varios profesores musulmanes que ofrecen un verdadero ejemplo de paz y respeto”.
“Pido el perdón para todos, tanto para las víctimas como para los verdugos, que matando mueren espiritualmente. Rezo para que mis parroquianos nunca pierdan la felicidad, y la capacidad de ver los aspectos positivos y buenos de la vida”. El Padre Gabriel y Pro Terra Sancta no les abandonaron a los niños mariposa y a los varios chicos que frecuentan las escuelas católicas. “Seguramente nuestra finalidad es la de evangelizar, pero sobre todo tenemos que transmitir los valores cristianos de perdón, reconciliación paz y justicia”. Son justamente éstos los valores necesarios para alimentarle a una esperanza que parece estar cada vez más débil.
El Padre Romanelli opina que la fórmula correcta para superar este momento de violencia es solamente ponerse metas realistas, respetar los tiempos del Señor y seguir haciendo el bien gracias a la ayuda de tantos bienhechores que no les abandonan a los ancianos, a los niños y a las parroquias, y continúan a darles una dignidad humana a través de las obras de caridad. “Sin embargo, hoy les vi a unos niños bien vestidos que jugaban y festejaban el final del Ramadán, mientras un poco más allá caían las bombas”, nos cuenta casi emocionado, “ésto significa que, a pesar de todo, la vida sigue adelante”.