En los últimos meses en el norte de Siria volvieron a soplar los vientos del conflicto. En el noreste el ejército de Damasco está luchando contra la última resistencia yidahista. En cambio, a partir de principios de octubre los turcos invadieron el territorio kurdo situado en el noroeste de Siria. A pesar de las grandes noticias, que parecen ser pura propaganda, y anuncian importantes conquistas diplomáticas, o el éxito de grandes operaciones como el asesinato de Abu Bakr Al-Baghdadi, califa del ISIS, en las provincias del norte el desorden está prevaleciendo.
Es inútil decir, y ya lo repetimos varias veces, quien está pagando por las graves consecuencias de esta tragedia que duró nueve años es la gente común y corriente que lucha para sobrevivir dentro de esta guerra que se sigue combatiendo y buscando una paz que no ofrece nada más que ruinas y hambre, en los sitios donde ya no caen bombas.
Por este motivo, el testimonio que nos llegó en estos días de parte de los últimos dos religiosos cristianos que se quedaron en Knaye e Yacoubieh, dos pueblos de la provincia de Idlib, (situados en el noreste de Siria), nos impacta de manera especial.
“Somos un pequeño barco que navega en un mar de calumnias. Casi nunca salimos, porque existe el riesgo de que nos roben algo o que incluso nos secuestren. Sufrimos violencias constantes, y siempre nos persiguen y calumnian. Dice Jesús: “Bienaventurados sois cuando os vituperan y os persiguen, y dicen toda clase de mal contra vosotros”. Nosotros creemos que éste es un verdadero consuelo en medio de tanta violencia. Las bombas siguen cayendo cerca de nosotros, en esta lucha sin fin entre el ejército gubernamental y los yihadistas que se quedaron. Pero recién les metieron a la cárcel a tres miembros de la comunidad con falsas acusaciones y no sabemos si el juicio será correcto o si nos pedirán grandes cantidades de dinero para rescatarlos, ya que, bajo el control yidahista, solamente hay anarquía. Por este motivo, en poco tiempo empezaremos a armar algunas actividades para esperar la Navidad, la fiesta de la única esperanza que nos sostiene. Con los niños fuimos preparando unos pesebres que le regalaremos a cada una de los 250 familias, mientras con los chicos organizaremos un concierto para el día después de la Navidad. No podemos mostrar nada al externo, pero cada hogar tendrá su propio pesebre y cada uno de nosotros le preparará a su corazón para la fiesta. Junto a las actividades que realizaremos en la parroquia, a cada familia le entregaremos un paquete alimentario más rico que los que ya les ofrecemos, y también les brindaremos una pequeño aporte económico. Todo ésto fue posible gracias a su contribución, porque en este momento no podemos recibir otro tipo de apoyo. Su ayuda y oraciones nos permiten sobrevivir en esta tragedia sin fin”.
Es fundamental seguir apoyándoles a los dos franciscanos y a las comunidades de Knaye y Yacoubieh, que no están recibiendo otro tipo de ayuda y están sufriendo muchísimo.
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