Acabamos de concluir la Capítulo Custodial para el cual se han reunido en Jerusalén alrededor de 150 monjes de todas las provincias franciscanas de la Custodia de la Tierra Santa. Entre ellos nos encontramos con el Padre Luke Gregory, doce años pastor de Rodas, en Grecia, para entrevistarle sobre la emergencia de refugiados en las islas griegas. Durante el Capítulo, el Padre Lucas también fue nombrado como miembro del Discretorium de la Tierra Santa, encargado de comunicacion en el idioma Inglés, lo cual lo implicará en muchas discusiones decisivas con la Custodia en el futuro.
Padre Lucas, puede darnos alguna información sobre la emergencia de refugiados en Grecia?
En marzo entró en vigor una ley (de acuerdo con las Naciones Unidas) que todos los refugiados deben regresar a Turquía. Así que actualmente los refugiados no pueden salir de Grecia a otros países europeos. Sabemos que ellos son enviados a Atenas desde Rodas y Kos después de un cierto período. No sabemos lo que sucede a partir de ahí, una vez identificados y después de recibir los documentos. Hablo principalmente de Rodas y Kos, ya que son las dos islas de la presencia de los franciscanos, pero la situación es la misma incluso en las otras islas. Ahora los principales centros de producción están en Leros y Karpathos. Ya por mucho tiempo, cuando la Guardia Costanera intercepta los barcos de los migrantes en el mar, los acompañan hasta la altura de esas islas. A Rodas y Kos todavía vienen en muchos, porque se mueven por la noche y se las arreglan para evadir el radar. Muchos incluso se escapan y salen de Grecia, y luego viajan sin documentos. No sólo son los refugiados que sufren de esta situación de crisis, incluso los griegos estan empezando a sentir su peso. El turismo se ha reducido 40% y los que viven de él durante los seis meses de actividad turística, no llega a cubrir los gastos de invierno.
¿Cuáles son las condiciones de los refugiados? ¿Cómo deberíamos reaccionar ante esta situación?
Cuando puedo, tan a menudo como sea posible, voy a encontrarlos: tienen necesidad de todo. Contribuímos los bienes esenciales, y también chocolates a los niños; compartimos un momento juntos. Pocos migrantes conocen un idioma además del árabe; los niños ni siquiera saben dónde están: creen que están en Francia o Italia. Hacemos lo que podemos para responder a esta emergencia. Por ejemplo, en el monasterio tenemos un espacio en el que antes crecían flores, que ahora lo hemos convertido en un huerto. Es una necesidad. Los feligreses también ayudan mucho: todos los martes, además de la novena, durante la vigilia de San Antonio ellos llevan pan en honor al santo y lo dejan en una cesta en la parroquia, para los refugiados. Además de pan, tambien proveemos otros productos imperecederos: aceite, arroz, atún. Con éstos entonces se preparan los paquetes de la familia, que equivalen a tres o cuatro personas. Hacemos mucho, pero la necesidad es enorme y la ayuda nunca es suficiente.
¿Qué podemos hacer para ayudar?
La Asociación Pro Terra Sancta ya ha hecho mucho, pero repito que la necesidad es enorme. Se necesitan fondos para comprar bienes de cualquier tipo, al menos para proporcionar asistencia inicial. Te cuento una historia que explica bien la situación. A pesar de que se han inaugurado otros centros, en Kos existe un centro de recepción que incluye alrededor de 800 refugiados. El centro es adminstrado por la ACNUR, conozco al jefe. El mes pasado, se había acabado de comida en el centro y se esperaban suministros. El jefe de ACNUR me lo mencionó una noche en la cena y recordé que teníamos reservas de dátiles, galletas, y agua. Guardo estas provisiones en la cripta de la iglesia de Kos que había construido hace algún tiempo para celebrar misas para los muertos, pero que ahora lo uso como un almacén. Así que preparé un caldo y preparamos una comida. Era Ramadán y, por lo tanto, preparamos un festín de Ramadán con esas dátiles, galletas, y agua. Los dátiles son perfectas desde el punto de vista nutricional, pero no se parecen mucho a la cena. Ellos, sin embargo, estaban encantados. Me agradecieron. "¡Como maná del cielo!", dijeron. Un ejemplo de la magnitud de la necesidad. Pero haciendo poco, uno ya puede ayudar mucho.