La Pascua está a punto de llegar. En Jerusalén, las comunidades cristianas están en ebullición: los preparativos para las liturgias están en pleno apogeo, los coros están terminando sus ensayos, las iglesias y los santuarios se preparan para recibir, por fin, tras dos años de pandemia, a un gran número de peregrinos. Incluso los comercios de las calles del barrio cristiano se preparan: se llenan de mercancía, se pulen los escaparates, se pintan las persianas...
En medio de lo que a veces puede parecer una carrera confusa, hay muchos peregrinos que tratan de vivir con profunda atención el tiempo santo que precede a la fiesta de la Resurrección. Pero, ¿cómo puede uno prepararse bien para las celebraciones de Pascua? Una forma puede ser tratar de imaginar en términos concretos cómo era la Pascua de Jesús, qué platos utilizó durante la Última Cena, todos esos objetos cotidianos que nos ayudan a entrar en el contexto de la época.
Sì, ¿pero còmo?
Los objetos de Pascua en el Terra Sancta Museum
Acude al rescate el Terra Sancta Museum, situado en Jerusalén al principio de la Vía Dolorosa, cerca de la pequeña y elegante Iglesia de la Flagelación, Las salas de este museo están dedicadas al estudio histórico y arqueológico de la zona en la que se desarrolló la vida cotidiana de Jesús y sus discípulos. Algo que nos permite volver a respirar el aire que, hace dos mil años, muy probablemente soplaba en el Cenáculo.
Entremos, pues, en las salas de exposición; atravesemos la obra aún abierta para el montaje de la sección arqueológica, dejemos atrás el ruido de taladros y martillos, los montones de cal, y, entre los muros salientes de una elegante casa mameluca del siglo XIV, entremos en la sección histórica. Una inscripción en letras rojas y negras marca inmediatamente el tono: "New Testament Times".
Aquí se encuentra inmediatamente entre los objetos de la vida cotidiana del siglo I. Platos, vajillas, lámparas, monedas, cofres, espejos... En sus ordenadas vitrinas, estos objetos parecen superponerse para narrar episodios evangélicos y apostólicos. Cada una de ellas ilumina algún aspecto de la vida en la provincia de Palestina en la época del Señor, y es agradable dejarse guiar, gracias a los pies de foto, por las historias bíblicas que de repente se hacen visibles más allá del cristal.
Los objetos de Pascua
Se puede admirar una buena colección de ánforas, algunas grandes y otras cilíndricas, que se utilizaban para el almacenamiento y la conservación de alimentos y bebidas. Las ánforas desempeñaban un papel muy importante en las antiguas viviendas romanas: eran el único recipiente adecuado para almacenar agua y líquidos durante mucho tiempo, un bien precioso en una tierra a menudo probada por grandes sequías. Basta pensar en el cuidado con el que el propio Jesús instó a guardar estos vasos, cuando dijo: "Que nadie eche vino nuevo en odres viejos; de lo contrario, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán" (Lc 5,37).
Junto a las ánforas, unas vajillas del siglo I nos trasladan inmediatamente al Cenáculo, donde Jesús se sentó a la mesa entre los suyos, instituyendo la Eucaristía e identificando al traidor. Entre los platos y utensilios de cocina, se pueden ver los vasos y cuencos de barro de la época, que eran adecuados para una mesa pobre como podría ser la de los discípulos de Jesús, hombres sencillos, alejados del lujo.
El lujo que, sin embargo, no faltaba en la provincia romana de Palestina: junto a los muebles de terracota, de hecho, una gran colección de cerámica nos permite conocer el antiguo y finísimo arte de la producción nabatea, destinada a las clases más pudientes. También hay algunos vasos de vidrio, raros desde el punto de vista arqueológico y seguramente utilizados por los más ricos, dado su valor. Por último, hay varios vasos utilizados para contener perfumes y ungüentos, como aquel "vaso", probablemente de alabastro, que la pecadora mencionada en Lucas (7,37) llevó al Maestro cuando estaba en casa del fariseo Simón.
Las monedas del Evangelio
Pero no sólo este espacio privado tiene cabida en el Terra Sancta Museum. Una exposición central está dedicada íntegramente a los objetos utilizados en el espacio público: herramientas de trabajo, tinteros; monedas, sobre todo.
Y, como sabemos, en el Evangelio se habla mucho de monedas. En este tiempo de Pascua, recordamos aquellas "treinta monedas de plata" que el evangelista Mateo (26,15) establece como compensación por la traición de Judas. Y bajo el cristal del museo, se pueden ver esos mismos siclos de plata que usaban los sacerdotes en la época de Jesús. Las mismas monedas, pues, que se ofrecieron para la entrega del Maestro a los romanos.
Y cómo no pensar, viendo un buen ejemplo de moneda romana, acuñada con la efigie de Augusto y la inscripción César Augusto, en la pregunta que Jesús hizo a los publicanos en respuesta a su provocación:"Esta imagen y esta inscripción, ¿de quién son?" (Mt 22:20). Y es bien conocida, tras esta pregunta, la conclusión que saca Jesús para garantizar la legitimidad del tributo, frente a las insinuaciones de los propios publicanos, obligados a admitir la paternidad del príncipe respecto a la moneda: "Dad, pues, al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22, 21).
O,¿cómo no pensar en la viuda que Jesús puso como modelo, cuando, en medio de las estruendosas ofrendas de los ricos, echó en el tesoro del templo "dos monedas, todo lo que tenía para vivir" (cf. Lc 21,2.4)? Y justo al lado del dinero, de hecho, hay dos monedas de bronce en el museo, dos lepas, "que hacen un penique", nos dice Marcos (12:42). Incluso en monedas de tan poco peso y tamaño, la inscripción en griego es legible: "propiedad del rey Herodes". Otro personaje muy activo en la época de Jesús, y del que los Evangelios hablan en más de una ocasión.
O, junto a las monedas redondas de diversas épocas y orígenes, hay un llamativo objeto metálico cuadrado. De un centímetro de alto y casi cinco de ancho, está hecha completamente de bronce y lleva la inscripción griega "media mina" en su cara. Es una unidad de medida de peso, fundamental para establecer los precios. Sesenta minas áticas valían un talento, que era una cantidad exorbitante de dinero para la época de Jesús. Aquí se comprende, pues, el carácter aún más exorbitante del mensaje evangélico, cuando Jesús afirma que Dios Padre también perdonará a las personas sus deudas "diez mil talentos" (Mt 18,24), es decir, seiscientas mil minas.
Algo verdaderamente ilimitado. Todo esto se puede ver y tocar en el Terra Sancta Museum de Jerusalén. Algo que, en el tumulto festivo de voces que levanta la Pascua en la Ciudad Santa, ayuda a experimentar toda la concreción de un acontecimiento que tuvo su sede aquí, hace unos dos mil años.