El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados habla de 93.000 muertes desde marzo de 2011, el inicio del conflicto en Siria. Entre ellas se encuentran 6.500 menores de edad y cerca de 1.800 recién nacidos; números que hablan de una tragedia infinita, de vidas rotas y de un país en desintegración.
En este mar de dolor, donde los que sobreviven y son incapaces de huir deben hacer frente cada día al miedo, la miseria y la destrucción, los frailes se mantienen en su lugar, en pueblos y ciudades, tratando de permanecer cerca del pueblo sirio. Para darles consuelo, para ayudarlos a sobrevivir y a encontrar la serenidad.
Tienen necesidad de oración, pero también del apoyo de todo el mundo: para comprar alimentos y medicinas, y para ayudar a aquellos que permanecen allí sin esperanza de mirar al futuro.