En las últimas semanas, uno de nuestros colaboradores, un compañero de viaje, un amigo ha ascendido al Cielo. Osama Hamdan, director del Centro del Mosaico de Jericó y responsable de muchos de nuestros proyectos para la preservación del patrimonio cultural. Dedicó gran parte de su vida a la preservación de los Santos Lugares, trabajando con nosotros para el cuidado de Betania, Sebastia, Dominus Flevit, la Basílica de Getsemaní y en estos últimos meses del Santo Sepulcro.
Decisivo para su vida fue el encuentro con el padre Michele Piccirillo. Con él, decidió crear un centro de formación profesional para aspirantes a mosaiquistas palestinos, el Centro Mosaico. Un lugar donde se conservó y transmitió la antigua tradición del mosaico. Así sucedió. La preservación de la belleza se había convertido en su vida. Como musulmán, se enamoró de los lugares cristianos y más allá, trabajando en muchas iglesias y sinagogas. "Porque esto -dijo- significa preservar la identidad y la pertenencia de un pueblo a su país. Palestina es un conjunto de civilizaciones y nuestra tarea es precisamente preservar este hermoso mosaico. Y en este sentido, también queremos formar a jóvenes palestinos. Porque el patrimonio les pertenece. También hay que insistir en la educación, porque tener esta conciencia viene de una educación recibida. Es la única manera de que este trabajo de conservación genere bienestar y beneficios". Con Pro Terra Sancta, la colaboración se había vuelto estrecha, cada vez más fructífera. A veces atrevido, pero siempre sincero. Osama trabajó con nosotros hasta los últimos días de su vida, a pesar de la enfermedad que se había apoderado de él en los últimos dos años. Nunca dejó de dar indicaciones a sus colaboradores, de hacer llamadas telefónicas, de planificar. Su apego a la vida era intenso, total. Incluso en los últimos meses, cuando le costaba caminar, nunca se cansaba de caminar por la terraza de su casa, para entrenar, mantenerse en forma, mantenerse vivo.
Los enfrentamientos que comenzaron el 7 de octubre lo habían demostrado. La enfermedad ya estaba en marcha, pero no se dio por vencido, y con su voz, que se había debilitado, repitió las palabras que se han convertido en un manifiesto de vida a lo largo de los años: "El patrimonio cultural es una herramienta importante para servir al diálogo y a la paz. Hay que seguir viviendo, creando puestos de trabajo y signos de esperanza. La vida debe continuar, siempre". Y hoy sentimos el deber de continuar en esta línea, junto con tantos jóvenes implicados, para preservar el patrimonio cultural en Palestina, para educar a la belleza como punto de unidad posible entre las comunidades que habitan esta tierra.
A Osama se le echa de menos, y seguirá siendo echado de menos por los muchos que le conocieron y le conocieron. En el trabajo, pero también en las cenas en "su" Jericó, donde le encantaba pasar las tardes en la antigua casa de Giuseppe Dossetti. Esto es lo que dijo, durante una de las muchas entrevistas que le hicimos: "Una vida hermosa también se expresa a través de la cultura y el arte, dos aspectos esenciales del hombre". Y la suya, podemos decir, fue realmente una vida hermosa, a pesar de las dificultades y sufrimientos que experimentó. Una vida vivida al máximo, porque todo está en busca de esa Belleza. La Belleza que él ayudó a preservar. La Belleza que hoy puede ver, brillando como nunca antes, directamente a los ojos.