1219, Damieta, Egipto: mientras el país arde con los fuegos y la sangre de las Cruzadas, dos frailes se encuentran con Malik al-Kāmil, sultán de Egipto y Palestina.
La guerra, el quinto intento cruzado por conquistar Jerusalén, también ha llegado a Egipto, con el objetivo estratégico de ocupar un puerto importante para usarlo como moneda de cambio. Es en este contexto Francisco de Asís —recordado hoy en su festividad como patrón de Italia— se sube a un barco con el propósito de hablar con el sobrino de Saladino.
El encuentro entre Francisco y el sultán se ha hecho célebre por su valor icónico y simbólico: “El sultán y el santo”, dos mundos diferentes e involucrados en un conflicto sin fin, se encuentran en una de las maravillosas salas del palacio del sultán para hablar de religión.
El poder icónico de este encuentro ha hecho que el episodio haya sido contado de muchas maneras, instrumentalizado según lo que, en diversas épocas, se quería destacar. El diálogo entre los dos hombres se convirtió para algunos en un feroz enfrentamiento, lleno de crueles pruebas de valor para demostrar la fuerza de su fe. Algunos siglos después, Francisco fue narrado, desde la mirada crítica de los ilustrados, como un fanático que contrastaba con un sultán sabio y sereno. Más adelante, en la época colonial, la expedición de Francisco se convirtió en una acción civilizadora en beneficio de un pueblo de salvajes sin dios.
En tiempos más recientes, la misión de San Francisco en Egipto ha comenzado a considerarse un símbolo de diálogo y encuentro. Sin embargo, es esencial no simplificar: Francisco no fue a al-Kāmil para discutir las diferencias culturales, fue para convencerle de que el cristianismo era la única religión correcta. No obstante, existe un elemento revolucionario: el medio que Francisco eligió para alcanzar su objetivo fue la palabra, afirmando la paz frente a las armas de las Cruzadas. En este sentido, se puede sin duda ver un símbolo de diálogo: el fraile fue al encuentro del sultán, quien a su vez lo acogió.
Desde esta perspectiva, se puede entrever, tras los dos hombres sentados uno frente al otro en el palacio de Damieta, la negación por parte de Francisco de la necesidad de imponer el cristianismo por la fuerza. La palabra es la alternativa que el santo propone frente a las Cruzadas, un himno a la posibilidad de compartir el propio pensamiento y la propia fe sin derramar sangre inocente. Es una reflexión que sigue siendo muy actual, en un presente en el que la guerra sigue siendo un medio de imposición y reivindicación religiosa y cultural.
El encuentro entre Francisco y el sultán se sitúa en una línea que, actualizada y modificada por el progreso de la Historia y la cultura, se extiende en el tiempo hasta apoyar las actividades de nuestra Organización: detrás de cada uno de nuestros proyectos está la convicción de que no debemos renunciar a buscar el diálogo con el otro, incluso cuando aparentes diferencias parecen desalentar la posibilidad de un encuentro. Incluso cuando la violencia y la guerra, con su estruendo, parecen cubrir la posibilidad de una alternativa concreta.
De hecho, en el momento en que tuvo lugar, el gesto de Francisco pasó completamente desapercibido: entre el humo y los gritos de las Cruzadas, casi nadie se dio cuenta de una batalla librada con palabras, y quienes lo supieron quizás lo consideraron la utopía de un loco. Y sin embargo, ese gesto pasó a la historia: una vez extinguida la violencia de la guerra, de las brumas del Tiempo surgió este encuentro, convertido en un sólido símbolo sobre el cual seguir reflexionando.
Este también es un punto importante para la sensibilidad y las actividades de Pro Terra Sancta: lo que hacemos hoy en Tierra Santa, los proyectos que llevamos a cabo para conservar y desarrollar el patrimonio cultural de quienes viven allí, y para proteger su misma supervivencia, a menudo parecen tan pequeños y utópicos en comparación con la compleja violencia que envuelve Oriente Medio. ¿Qué importa que Talia cuente a los niños de Belén los cuentos de su tierra, qué importa si la escuela de las Rosas puede volver a abrir sus puertas cuando todo a su alrededor arde? Pero es desde abajo que, a menudo, nace la paz que luego se convierte en política. Es de las palabras intercambiadas apresuradamente entre un fraile y un sultán que tienen lugar los grandes cambios culturales: aquellos que, con el tiempo, cambian realmente las cosas y se convierten en Historia. Como ocurrió en Damieta, hace más de 800 años.