El sábado 7 de septiembre por la noche, desde todas las partes del mundo se elevó un grito para pedir el don de la Paz, sobre todo en Siria. En la plaza de San Pedro en Roma, ante miles de personas que estaban rezando, el Papa Francisco dijo:
“Cuando el hombre piensa solamente en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja seducir por los ídolos del dominio y del poder, cuando se coloca en el lugar de Dios, es entonces que destruye todas las relaciones, lo destruye todo; y abre las puertas de la violencia, de la indiferencia, del conflicto. (…) Justo en medio de este caos es cuando Dios preguntó a la conciencia del hombre: « ¿Dónde está tu hermano Abel?». Y Caín respondió: «No lo sé. ¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano?» (Gen 4,9). Esta pregunta también está dirigida a nosotros y también a nosotros nos haría bien preguntarnos: ¿Acaso yo soy el guardián de mi hermano? Sí, ¡tú eres el guardián de tu hermano! ¡Ser personas humanas significa cuidar los unos de los otros! Y en cambio, cuando se rompe la armonía, ocurre una metamorfosis: el hermano que hay que cuidar y amar se convierte en el enemigo que hay que combatir, suprimir. ¡Cuánta violencia se crea a partir de ese momento, cuántos conflictos, cuántas guerras han marcado nuestra historia! (...)
¿Es posible recorrer el camino de la paz? ¿Podemos salir de esta espiral de dolor y de muerte? ¿Podemos aprender de nuevo a caminar y a recorrer el camino de la paz? Invocando la ayuda de Dios, bajo la mirada maternal de la Salus populi romani, Reina de la paz, quiero responder: ¡Sí, todos podemos! Esta noche me gustaría que desde todas las partes del mundo gritáramos: ¡Sí, todos podemos! Me gustaría que cada uno de nosotros, desde el más pequeño al más grande, hasta aquéllos que gobiernan las Naciones, respondieran: ¡Sí, queremos!” (Para leer el discurso completo del Santo Padre: vatican.va).
También en Jerusalén, como en todo el Medio Oriente, se ha rezado por la paz. La Basílica del Getsemaní acogió a los cristianos de la localidad y peregrinos que estaban de paso, cristianos de todas las confesiones, ritos, idiomas y nacionalidades para un momento de recogimiento y oración. Después de la procesión con las antorchas encendidas por el Jardín de los Olivos, se leyó una carta – muy actual – que San Francisco dirigió a los hombres de poder de su época:
« A todos los "podestà" y cónsules, jueces y gobernantes de toda la tierra y a todos los demás a quienes lleguen estas letras, el hermano Francisco, vuestro pequeñuelo y despreciable siervo en el Señor Dios, os desea a todos vosotros salud y paz.
Considerad y ved que el día de la muerte se aproxima (cf. Gén 47,29). 3Os ruego, por tanto, con la reverencia que puedo, que no echéis en olvido al Señor ni os apartéis de sus mandamientos a causa de los cuidados y preocupaciones de este siglo que tenéis, porque todos aquellos que lo echan al olvido y se apartan de sus mandamientos, son malditos, y serán echados por él al olvido.
(...) Por lo que os aconsejo firmemente, como a señores míos, que, habiendo pospuesto todo cuidado y preocupación, recibáis benignamente el santísimo cuerpo y la santísima sangre de nuestro Señor Jesucristo en santa memoria suya. Y tributad al Señor tanto honor en medio del pueblo que os ha sido encomendado » S. Francisco.
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Os recordamos que es posible hacer un gesto concreto para sostener en este momento a la población de Siria. Ya se ha hecho mucho, pero queda muchísimo por hacer. Algunos ejemplos: con 63 euros se garantiza la asistencia sanitaria completa a dos recién nacidos, con 150 se sostiene a una familia de tres personas durante dos semanas, con 500 se suministran todas las ayudas necesarias durante un mes a cuatro familias en los campos prófugos y con 1000 euros se garantiza el sustento del comedor franciscano durante un mes. Por lo que os pedimos que sigáis sosteniendo la misión de los hermanos franciscanos en Siria y que permanezcáis cercanos a la población.