Sigue existiendo la emergencia eléctrica en Siria: solamente hay 2 horas de electricidad por día, y pocos watios, necesarios para mantener dos lámparas prendidas.
La que la gran mayoría de nosotros llamaría una situación insostenible, es la realidad cotidiana de Ayham, quien trabaja con Pro Terra Sancta en Damasco: “No pueden imaginar el impacto negativo que causa la falta de electricidad en nuestra vida”, nos comenta.
Debido a la guerra, a los aranceles y embargos, la emergencia de la luz sigue existiendo ya hace 10 años, pero, tras las últimas sanciones de EEUU y de la Unión Europea, el Covid y el aumento de la crisis económica, la electricidad se convirtió en un lujo que está al alcance de pocos.
Hay baterías bajas y calles vacías: “¡aquí la situación es deprimente”
“Para mantener cargada la batería de la laptop y del celular hasta finales del día, hay que seguir una verdadera estrategia”, nos sigue contando Ayham. Además, los cargadores y las baterías se venden a precios muy altos. La especulación relacionada con los aparatos electrónicos está fuera de control”.
Al anochecer, las calles permanecen obscuras. Quien puede cargar gasolina y moverse en auto intenta hacerlo con la luz porque los faroles y semáforos no están activos: es muy peligroso manejar.
Las tiendas, los hogares y las oficinas están en la oscuridad, incluso la oficina de Pro Terra Sancta en Damasco que cada día permanece sin electricidad durante 15 horas: no hay gasolina para activar los generadores para las computadores e impresoras, es mejor guardar la luz para las clínicas.
El impacto de la falta de electricidad en el trabajo de Ayham y de sus colegas es muy negativo. “Cada día trabajo desde casa, y después, cuando hay electricidad, a las cinco me voy a la oficina para terminar mi trabajo”.
Tagrid, nuestra Wonder Woman
En la misma oficina también trabaja Tagrid, que hace la limpieza en todo el edificio y en otras oficinas cerca de su casa. Tagrid es al mismo tiempo una de las beneficiarias del proyecto de viviendas financiado por nuestra Asociación: a pesar de tener tres trabajos solamente logra solventar la mitad de los gastos mensuales de su familia.
El marido está muy enfermo y no trabaja, entonces Tagrid busca cualquier trabajo posible para tener ingresos extra y ayudarle a su único hijo con el pago de las tasas universitarias.
Su generosidad y resiliencia le hicieron conquistar el cariño de todo el personal de Pro Terra Sancta de Damasco; “cada día, tras haber ido a comprar pan para su familia, pasa por la oficina para repartirlo a todos nosotros”, nos cuenta Ayham
Cuando no hay luz, la calle se convierte en una peligrosa escuela de vida
Pero la categoría más afectada por la falta de electricidad sigue siendo la niñez. El Coronavirus causó el cierre adelantado de los colegios y los niños se juntaron en las calles para buscar luz, vida y jugar.
“Pero éste es un gran peligro: todos sabemos lo que los niños pueden aprender en la calle”, nos comenta Ayham, quien, siendo jefe de tropa, tiene mucha experiencia relacionada con la educación.
Por eso, ya hace dos años en el Franciscan Care Centre se activó un proyecto de educación musical para los más jóvenes, intentando alejarlos de los peligros de la calle y permitirles seguir estudiando.
A pesar de la fatiga de seguir realizando su trabajo, tanto Ayham y el equipo de Damasco, como el de Alepo, están muy unidos y motivados, continuando a ayudarle a su comunidad.
La emergencia eléctrica le vuelve más grave a una situación crítica debido a la crisis económica y a las sanciones internacionales. “Hay fraudes, ladrones, hambre y pobreza en todas partes”, termina con tristeza Ayham, “pero no podemos rendirnos frente a esta condición. ¡Es posible construir un futuro luminoso!”.