Mientras con preocupación miramos las imágenes de otro incendio en el puerto de Beirut, que el pasado 4 de agosto fue destruido por una tremenda explosión, la cual causó 200 muertos, intentamos contarles algo sobre la relación entre los franciscanos y Libano. De hecho, solamente conociendo la historia será posible comprender mejor el rol importante de los franciscanos, su apoyo a los cristianos locales, y mucho más.
Tomás de Celano, el biógrado de San Francisco, nos cuenta que el pobrecillo de Asis repartió sus ocho seguidores en cuatro grupos, tal como los puntos cardinales, y les dijo: “ Vayan mis queridos, en grupos de dos personas, por todo el mundo y anuncien la paz y la penitencia a los hombres”. El Capítulo General de la Congregación, que el Santo organizó en la Iglesia de la Porciúncola en 1217, dividió todo el mundo en sectores o provincias. La provincia de Tierra Santa, la número once, es llamada “más allá del mar” o de Tierra Santa, de Siria y Rumania y de la Promesa, incluyendo los países del sureste del Mar Mediterráneo. Años después, en 1265, el Capítulo General se reunió en Pisa, y dividió las provincias en “custodias”, instituciones menores y más fáciles de gobernar. La provincia llamada “más allá del mar” fue repartida entre tres custodias. La primera es la “Custodia de Tierra Santa o de Siria”, con los territorios de Palestina, Siria y Libano. Esta introducción histórica, que presenta el libro escrito por el Padre Adinolfi, “Los franciscanos en Siria y Libano”, nos describe la llegada de los franciscanos a la tierra de los cedros y las tantas actividades misioneras realizadas en aquella tierra.
Los frailes menores llegaron a Beirut en la segunda mitad de 1200, fundaron un convento y celebraban las Misas en la iglesia de San Salvador, conocida entre los cristianos locales por el milagro de la Cruz sangrienta, debido a un golpe de parte de los judíos. Tras la conquista mameluca, llevada a cabo por el emir Al- Ashraf Khalil en 1291, se pierden la huellas de los frailes, y no sabemos si fueron expulsados o matados. Cincuenta años después los frailes volvieron y así el peregrino Nicolás de Martoni en su obra “Liber peregrinationis ad Loca Sancta” describe la iglesia franciscana: “antes fue una hermosa iglesia porque los cristianos poseían aquella tierra. Ahora en 1394 solamente existe la parte del altar para celebrar la Misa cada día para los comerciantes”. La relación entre los franciscanos y los comerciantes se puede encontrar también en épocas sucesivas. El Padre Suriano en 1485 nos informa que los frailes les ayudaban a los varios navegantes que llegaban a la ciudad. En 1571 la iglesia de San Salvador fue destruida, y los frailes se fueron a Alepo, regresando a la ciudad solamente en 1830. En el siglo XIX los franciscanos se instalaron en una casita que convirtieron en convento, comprando después más terrenos y propiedades, construyendo también la moderna Iglesia de San José, a donde acuden católicos de liturgia latina y de otras liturgias, al igual que los fieles de otras confesiones cristianas.