Las mesas del comedor están casi todas llenas y en el aire se respira la alegría contagiosa de los chicos, además del delicioso olor de arroz con verduras, el plato del día. “El menú cambia todos los días. Por ejemplo ayer comimos pasta —nos cuenta Basel, un chico que está en el séptimo curso— y ahí está el postre. Es divertido comer todos juntos”.
Esta es la última iniciativa promovida dentro del proyecto Belén: ayude a los niños, que tiene como objetivo apoyar el crecimiento personal y la educación de jóvenes palestinos de entre 3 y 17 años. Para los chicos que vienen de las familias más pobres, la escuela ofrece la oportunidad de pasar más tiempo en clase, en lugar de en la calle, beneficiándose del servicio de comedor y de las actividades extraescolares
“Después de comer tenemos media hora de recreo y después, a las 3, vamos a clase para participar en las actividades extraescolares”, nos cuenta Mohammed. A la salida del comedor, los chicos se dirigen al patio de la escuela, donde la mayor parte juega al fútbol, aunque algunos pequeños grupos se juntan a charlar en las escaleras. Tras marcar un gol de futbolista profesional, George nos explica en qué consisten las actividades de la tarde: “Los profesores nos ayudan a hacer los deberes y a prepararnos para las pruebas del día siguiente; hacemos todas las asignaturas: inglés, árabe, italiano, matemáticas…”. De hecho él es muy bueno en inglés.
A pesar de que la mayor parte de los estudiantes proviene de un contexto de pobreza extrema y de un entorno social desfavorecido, el ambiente en la escuela es relajado, los chicos son curiosos y algunos incluso tienen claras las ideas sobre su futuro: “Quiero viajar y visitar muchos países, pero después quiero volver a Belén, el país más bonito” dice Ilyas, del décimo curso.
Si estos chicos tienen unas perspectivas de futuro mejores es gracias al apoyo de los frailes franciscanos y del personal educativo que cada día decide creer en ellos, ayudándoles a desarrollar su mayor potencial.