“Shady!”. Silencio. “Shaady!”. Gritamos otra vez; otra vez silencio.
Después de repente aparece, con el móvil por un lado y del brazo, por otro toallas y mantas. Es Shady Shair, 29 años, el todo servicio de la Guesthouse Sabastiya.
Somos en Samaria, en el lugar donde está sepultado Juan Bautista.
“Llego” nos dice jadeante y entra en una habitación. Lo sentimos discutir por teléfono por algunos minutos antes que reaparezca otra vez. Luego, viene hacia nosotros sonriente y nos saluda cariñoso. Sonríe siempre Shady, nunca se lamenta.
Después desaparece otra vez y vuelve con café árabe y esos magnificas galletas con pistachos que preparan las mujeres del pueblo. Posa las bandejas y por fin se sienta. No es fácil para nada sentarse con Shady Shair por más de cinco minutos: siempre se va de carrera. Nos lo explica él también “Esta es mi casa” dice, “porque la trato como si fuera casa, por supuesto, buscando tener todo más en orden posible, buscando acoger todos en manera mejor posible… Pero sobretodo porque estoy más aquí que en mi casa: ¡entre 9 y 12 horas!”
De hecho, aquí se ocupa de todo: limpia, prepara las habitaciones (¡y son cinco total!), sigue el taller de la guesthouse, se ocupa de la contabilidad, cura el jardín, acoge a los visitadores y les organiza la estancia en Sebastia. “
“Tengo que ser siempre disponible, cuando alguien llega aquí por visita, yo soy su primer contacto… Es siempre “Shady aquí”, “Shady allá”… Y además, llamo yo el restaurante, organizo las visitas…”. En conclusión, todo. Pero no nos lo cuenta lamentándose, “Claro – nos dice – sería útil tener una ayuda”. Pronto llegará, pero por Shady este lugar es antes de todo una ocasión de crecimiento importante por sí mismo”.
“He empezado a trabajar con el Mosaic Center y Associazione pro Terra Sancta en 2011”, explica “desde entonces me he quedado porque para mí era una ocasión única”. Gracias a este trabajo en efecto Shady habla bien inglés, aprendió a dirigir una guesthouse, tiene la posibilidad de encontrar personas de todo el mundo.
“En el principio, no sabía tampoco como se hacía la cama…” explica “En un pueblecito como Sebastia, conocido solo por poquísimos hasta hace algunos años, aprender una manera de trabajar por personas como Osama [el director del Mosaic Centre n.d.r.] o Carla, de ATS pro Terra Sancta… Aprender la cura por los detalles, creedme, es un privilegio absoluto”. Por esto, Shady está contento porque puede contribuir al proyecto, corriendo por todos lados, buscando coordinar todo. “Mi esperanza – nos dice al final – es que todo el pueblo vuelva a ser bonito y limpio como esta guesthouse… justamente por eso, muchísimos llegan aquí en visita, ¡a ver esta perla!”
Hemos estado sentados casi un cuarto de hora a hablar. Demasiado. De hecho, el móvil de Shady suena otra vez con insistencia: “¿Sí? Sì, soy yo, Shady. ¿Una habitación por tres? Por supuesto, y por el almuerzo?...”. Se levanta, recoge las bandejas y desaparece otra vez de carrera. Corre a construir este rincón de belleza, en un lugar donde nadie se lo esperaba más.